¿Debería Permitírsele a las Parejas Homosexuales Casarse?

Michael Badnarik

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16 June 2004

Los compañeros en el matrimonio—no el gobierno—deberían definir los términos y la orientación espiritual de su unión, de acuerdo con la garantía de libertad religiosa que otorga nuestra Nación

— Michael Badnarik

¿Debería permitirse el matrimonio homosexual?  ¿Tal matrimonio es un derecho humano fundamental o una abominación que nunca debería ser aprobada?

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La élite política está dividida, tanto como lo están sus electores.  No importa cual ley apruebe o deje en aprobar, la división prevalecerá y la pelea continuará.  ¿Estamos condenados a ser una casa dividida?

La élite política no puede resolver este problema de la vida real, porque no se está haciendo la pregunta fuerte: ¿Deberían los amantes conjuntamente decidir lo que será su matrimonio o debería el gobierno dictar los términos de su más íntima unión?

Hoy en día, desde luego, el gobierno decide quien se puede casar, a través de un proceso de licenciamiento.  En otros tiempos y lugares, las licencias matrimoniales les eran negadas a parejas interraciales y a otras “políticamente incorrectas”, de la misma manera que hoy en día le son negadas a las parejas homosexuales.

Cuando el permiso gubernamental es otorgado, el matrimonio constituye un contrato legal y vinculante, con términos que varían a través del tiempo y dependiendo del lugar de residencia.  Ya que estos términos no están escritos, sino que simplemente son un asunto de jurisprudencia y tácticas legales creativas, una pareja raramente se da cuenta de lo que realmente es, hasta que se enfrentan al divorcio.  Los hombres descubren que su demanda de custodia puede ser prejuzgada sólamente por su sexo.  Las mujeres encuentran que su valor como amas de casa varía de estado a estado.  Los acuerdos prenupciales son tomados en cuenta por algunas cortes y severamente descontados por otras.  Las parejas se encuentran a sí mismas enlazadas, no por lo que ellas mismas han acordado libremente, sino por lo que dictan los oficiales gubernamentales.

Como cualquier otra asociación, el matrimonio debería ajustarse a las personas que une, en vez de ser una proposición tipo “talla única” definida por otros fuera de la relación.  Cada matrimonio debería ser lo que la pareja quiere que sea, ni más ni menos.  Idealmente, los términos del matrimonio deberían ser fijados con antelación con procedimientos para modificarlos de ser necesario.

De la misma manera que cualquier persona se puede comprometer en una relación comercial, cualquier individuo debería poder entrar en un matrimonio.  El rol del gobierno en cualquier relación comercial es simplemente hacerla respetar, no dictar sus términos.  El rol del gobierno en el matrimonio debería ser el mismo.

Cuando el matrimonio se saca del ámbito legal es visto como lo que siempre ha sido: un asunto del corazón y el alma.  Así como históricamente la Iglesia Católica ha visto con desdén el divorcio entre sus feligreses, otros grupos religiosos se negarán a bendecir las uniones homosexuales.  Aquellos que apoyan tanto como aquellos que condenan seguirán siendo libres para practicar sus creencias y tratar de persuadir a otros hacia su modo de pensar.  Cada individuo será libre para elegir.  ¿No es eso de lo que se tratan los Estados Unidos?

Nosotros sabemos como vivir y dejar vivir.  Nuestra Nación fue fundada—y prosperó—sobre ese principio.  Tolerancia religiosa, el problema real con el matrimonio homosexual, nos permite vivir pacíficamente aún cuando nuestras creencias puedan diferir radicalmente.

La libertad es lo único que no podemos tener a menos que lo demos a los demás.  Las bendiciones que nuestra nación disfruta hoy en día se basan en esa expresión del libre albedrío.  Si me elige como su Presidente el matrimonio no será nunca más un juego de fútbol político, sino un asunto del corazón y el alma.

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